Las depuradoras son una especie más de este río a lo largo de su recorrido urbano. Las plantas de Valdebebas, Rejas, Viveros de Moncloa, La China, Butarque, la Gavia, la del Arroyo Culebro y la de Rivas limpian el agua después de que los madrileños tiren de la cadena del váter.
Las plantas de la capital pueden tratar hasta 20.000 litros de agua por segundo. Al río, según la Confederación del Tajo, sólo va a parar agua depurada, "que está dentro de los niveles de contaminación permitidos". Ecologistas en Acción no está de acuerdo y critica que el Manzanares conserva "más agua sucia que limpia". Y culpa a "la desidia de la Comunidad de Madrid".
El río se tiñe de oscuro en determinados trayectos de la capital. La suciedad no sólo parte de los trabajos de saneamiento, sino también de las obras que aún se están acometiendo fuera de la recién soterrada M-30. Una segunda planta entrará en funcionamiento en los próximos meses en Arroyo Culebro para mejorar la calidad del agua. Todo para que el estado de las corrientes del Tajo, que desemboca en Lisboa, sean óptimas.
En el largo proceso desde los hogares madrileños hasta las depuradoras, se separan sólidos y líquidos. El agua inicia entonces su viaje al río. Los desechos, explican en el Ayuntamiento de la capital, se limpian varias veces. Los lodos, también. Las arenas caen al fondo de unos tanques, donde son retiradas por cintas continuas. Un sistema de rejas elimina los objetos más grandes entre las impurezas.
Color y olor no dan buena imagen del Manzanares. En contados puntos de la ribera, como cerca de la planta de La China, entre Usera y Villaverde, el viento trae de vez en cuando un mal olor. Los desechos, a veces, también pasan al aire.
Rubén Utrilla
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