¿POR QUE LA GENTE LLEVA PIERCINGS?
Los jóvenes de hoy día son bastante gregarios en sus modos de vida, usos y
costumbres. A menudo se dejan llevar o arrastrar por lo que hace el grupo, la pandilla,
la banda, hasta extremos que pueden ser perjudiciales. Si en el grupo casi todos fuman,
la presión sobre el que no fuma para que también lo haga será una constante. Este
borreguismo se lleva también a otros terrenos, por ejemplo al de las modas en el vestir
y, ni que decir tiene, al de los “piercings” y tatuajes. Se trata de costumbres del ámbito
anglosajón, que no existían en la España de finales de los 60 y que poco a poco se
fueron introduciendo al hilo de la mayor libertad que hubo en nuestro país con la
llegada de la democracia. La libertad es buena, ciertamente, pero hay que saber
utilizarla y no apuntarse a lo primero que uno vea en otras personas simplemente porque
sea llamativo. [“¡Qué guay, tronco! ¡Mira qué bien me queda, colega!”] La primera
pregunta que debemos hacernos es: ¿es siempre bueno todo lo que nos viene de fuera?
¿Es que debemos dejar nuestras costumbres y tradiciones para apuntarnos a las
costumbres extranjeras para estar a la moda?
En segundo lugar, si algunos creen ser más originales usando estos artilugios o
adornos, que piensen si imitar las modas ajenas es ser verdaderamente original o si, por
el contrario, no nos convertimos en una especie de clon de otras personas. La verdadera
originalidad no está en lo externo, sino en la personalidad. Eso lo sabe cualquier
persona inteligente. Eso no significa que yo pretenda insultar o llamar tontos a los que
los llevan, ¡Dios me libre! Simplemente digo que prefiero ser original, pongamos por
caso, por tener un mayor equilibrio emocional, por tener una amplia cultura, por
dominar varios idiomas, es decir, por cualidades de la personalidad, antes que por llevar
un aditamento que es algo externo al cuerpo y que acaba formando parte de tu cuerpo
como si fueras tú mismo. El cuerpo es naturaleza y no es cultura y los individuos que se
dejan seducir por estas modas foráneas confunden ambos planos: mezclan la naturaleza
(el cuerpo) con la cultura (“piercings” y tatuajes). Son dos cosas que no deben
mezclarse, deben ir siempre separadas. El cuerpo es el sustrato, lo que permanece. La
ropa que me pongo va cambiando porque no es la percha, no es el sustrato. En cambio,
el tatuaje pasa a formar parte del sustrato; el “piercing” menos, pero también, porque
una vez que te lo haces el agujero queda hecho y ya no te lo quitas.
Somos originales o nos distinguimos de los otros por nuestro origen. Y el origen tiene
mucho que ver con la clase social a la que uno pertenece por haber nacido en una
determinada familia, por tener estos padres y no otros, estos abuelos y no otros, por
vivir en este barrio y no en aquel, o por estar en esta ciudad y no en aquella otra, por
recibir esta educación y no esa otra. Eso es lo que confiere verdadera originalidad, un
sello que es muy difícil suprimir, pues esa impronta la llevaremos siempre. La
originalidad no es algo postizo de quita y pon, como los “piercings” o los tatuajes. Que
quede claro. Por eso dice el refrán: “Genio y figura hasta la sepultura”.
Si algunos creen descubrir la pólvora con estos adornos, que piensen que ya los
pueblos antiguos los utilizaban, especialmente civilizaciones que hoy consideramos
bárbaras o semisalvajes. No hay por tanto nada original en este “revival” o reviviscencia
de usos arcaicos que tienen miles de años. Más bien se trata de una vuelta atrás, de una
regresión, un retorno a épocas de barbarie, como demostraré a lo largo de este artículo.
Los tatuajes y los “piercings” pertenecen a ese orden de cosas que no son ni buenas ni
malas, que no hacen daño a nadie (es un decir, porque a algunos les causan verdaderos
estragos en la piel, infecciones y problemas de todo tipo), pero que son de mal gusto y
revelan una baja extracción social de los individuos que se dejan llevar por estas
prácticas, y que inducen a la desconfianza, pues van asociados a personas de dudosa
reputación. Esa es mi opinión y supongo que tengo derecho a ella, aunque haya
personas que no estén de acuerdo. ¿Han visto ustedes a muchas personas de la alta
sociedad que los lleven? Sinceramente, yo, aunque no pertenezco a la alta sociedad, he
visto a muy pocas. Y si algunos las llevan, determinados cantantes o grupos, como
Madonna, Eminem, es por halagar los gustos de un público que es el que les compra los
discos y es el que asiste a sus macroconciertos. No es que yo proponga la idea de que
debamos seguir ciegamente las modas de los que ocupan las capas más altas de la
sociedad. Es cierto que entre la progresía más rancia se estila eso de llevar “piercings”, como un
signo de “buen rollito”. También lo de ponerse pendientes en las orejas (en al menos
una de las dos orejas) los varones.
Personalmente :
Asocio los tatuajes y “piercings” al mundo del rock, del “heavy metal” y de los
“punkies”; en muchos casos se trata de grupos de subculturas marginales, como las
sectas satánicas y otras de semejante ralea. No se trata de demonizar ni de satanizar
estas costumbres juveniles, pero visto lo visto, cuando vean a alguien con un tatuaje o
un “piercing” empecemos por informarnos de qué tipo de persona se trata, porque se
pueden encontrar cualquier cosa, desde un traficante de drogas a pequeña escala hasta
un “okupa”, desde un miembro de una mara hasta uno de una secta del tipo que sea.
Pero al fin y al cabo todos somos iguales llevemos piercings o no, el llevar piercing no es motivo de desprecio o rechazo hacia otra persona .
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